miércoles, 15 de junio de 2011

Avispero

I.

Abrir los ojos y sólo
encontrar las dos esferas
de carne: ciegas y densas.

Porvenires estupefactos
en sus cárceles de mimbre.


II.

Emigrar hacia el sur de tu mirada,
todavía tan dividida:
con uñas escupidas hacia el norte
con sombras vomitadas hacia el sur.

Declarar los propósitos de mi estadía:
Tengo en pecho una reliquia de cobre inútil,
pero que brilla, eso sí,
desde su coagulada redondez.


III.

Después de tantas vueltas en el aire
de tu caída acrobática hacia mí,
el pájaro que posa en tu cabeza
te queda grande y al techo, pues, le duele
como tu mente a mí, cruda belleza.


IV.

Debido al engaño meteorológico,
un brote de llanura en todo el país,
¡Y qué manera de fingir cenizas!
¡Qué procesión de soldados insólitos!

Boca arriba, crecen las tibias sombras,
mientras trágicos, los soles equívocos
se caen por los bordes del viento.


V.

Ensayabas tu martirio
y tus párpados tardíos
cerraban sobre ojos secos
tan hundidamente negros.

VI.

Mientras, lejos, en mi garganta
se anidaban avispas silenciosas.


VII.

Otro poema más:
otra cicatriz dibujada en la arena.


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